2011-07-16 13:13:41https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=183

Se dice que varias veces las cosas no programadas resultan ser las más interesantes, es exactamente lo que hemos podido constatar la semana pasada. Fue durante una visita a la familia de nuestro hermano Roberto en la región italiana de la Toscana que aprovechamos para conocer la pequeña ciudad de Pitignano (es. Pitiñano) en la provincia de Grosseto. La visión mágica que presenta es la armonía entre los antiguos palacios y habitaciones construidos sobre la roca de “tufo”, las altas murallas con sus clásicos portones y los bosques que circulan el lugar. Se podría afirmar que es casi imposible distinguir entre la obra del hombre y la naturaleza, ¡algo que existe solo en nuestra imaginación o en las películas!


La característica principal de Pitignano es su soprendende antigüedad: la historia habla de los primeros habitantes a partir del 2.300-1.000 a.C. Las principales culturas antiguas (Etrusca, Romana y la presencia cristiana) han dejado huellas indelebles. Pero en esta ocasión deseo concentrar la atención sobre un punto específico: la presencia del pueblo Judío a partir del siglo XV hasta la primera mitad del siglo XX). A finales del siglo XVIII los hebreos alcanzaron el 12% del total de la población. El profesor Angelo Biondi, historiador, afirma que en Pitignano las relaciones entre judíos y cristianos no sólo fueron de tolerancia o de carácter comercial, sino de recíproca estima y colaboración.

La fama de la convivencia pacífica era muy conocida que la ciudad llegó a ser importante y la llamaban la «Pequeña Jerusalén». Además favorecieron (aun hoy) las características naturales y arquitectónicas del sitio. De hecho, está escrito en la biblia que «Jerusalén está rodeada de montañas: así rodea el Señor a su pueblo, desde ahora y para siempre» (salmo 125,2); y en una de las oraciones más conmovedoras el pío israelita implora: «Auguren la paz a Jerusalén: «¡Vivan seguros los que te aman! ¡Haya paz en tus muros y seguridad en tus palacios!» (salmo 122, 6-7). Lamentablemente la paz entre las murallas de Pitignano para los israelitas terminó definitivamente a causa de las leyes antiraciales del Nazismo y Fascismo durante la segunda guerra mundial.

Actualmente la colaboración entre las autoridades de Pitignano y el pueblo judío continua en formas diferentes, por ejemplo el restauro y conservación de monumentos (sinagoga, baño ritual, museo, etc.) que transmiten a los visitantes de hoy la memoria de una presencia gloriosa y heroica.

 

 

Afortunadamente en toda historia triste hay siempre un aspecto positivo: en este caso se trata del valor demostrado por varias familias cristianas que pudieron salvar a sus paisano israelitas escondiéndoles y salvándoles de la furia de los perseguidores. El escritor Peter Hellman en una de sus obras dedicadas a la historia de cristinos que salvaron a hebreos condenados al Holocausto («When courage was tronger than fear: Remarkable stories of Chirsitians who saved Jews fron the Holocaust», 1999) dice que quien salva una vida es como si salvara al mundo entero.

 

 

Carlos de Foucauld escribía en 1902: «Me gustaría que todos los habitantes del lugar: cristianos, musulmanes, judíos y no creyentes me consideren como un hermano, el hermano universal». ¡Cuánto este mensaje es urgente en nuestro mundo dividido!

Oswaldo Curuchich


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