2012-06-28 08:24:06https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=518

“Es increible mirar por un lado y ver el mar, mirar hacia otro y ver el desierto!”. Es esta una frase de nuestro amigo Alessandro (para todos “Ale”) che junto a su esposa Donatella (para todos “Doni”) que han venido a visitarnos la semana pasada. El motivo fue la celebración de su XXV anniversario de boda. Pero procedamos en orden.



Ale y Doni son dos entre mis mejores amigos. Nos conocimos hace poco más de diez años cuando yo era sacerdote diocesano y, entonces, vicario en la parroquia de Piazza Brin (La Spezia – Italia, mi ciudad de origen). Nos vimos la vez pasada que estuve visitando a mi familia. El saludo inmediato fu elleno de cariño, como siempre. Pero en esa ocasión me enteré que ellos se estaban preparando para celebrar sus bodas de plata, precisamente el 14 de junio. Les propuse esta idea: “por qué no vais a Tierra Santa este verano y así visitarnos allá?”. Obviamente la reacción al inicio fue marcada por un poco de confusión, pero Doni inmediatamente suspiró como para expresar, sin calabra, un “ojalá!”. Así comprendí que no era imposible. Con la ayuda de su hija, Sara, pudimos arreglar el viaje.

Así, unos días antes de la fecha del aniversario, los esposos llegaron al aeropuerto de Tel Aviv. El primer momento no fue el mejor, pues el chofer que los tenía que esperar (este servidor) se había equivocado con el horario. “Nada mal para iniciar” pensaron seguramente. Pero menos mal que al finalizar el viaje, su “segunda luna de miel”, podemos decir que ese fue el único pequeño inconveniente.

No es fácil describir la expresiones de sorpresa, alegría y emoción que se leía en los rostros de Doni y Ale. Pienso que las fotos podrán relatar mejor dichos sentimientos. A mi me corresponde decir algo a cerca de los momentos que transcurrimos juntos.

Durante el viaje visitamos los lugares clásicos de un peregrinaje cristiano normal en Tierra Santa, en el orden siguiente: el monte Tabor, el monte Precipicio, Nazareth, Caná de Galilea, el lago de Tiberías, el monte Carmelo, el Mar Muerto, Jericó, Jerusalén, Belén, Al Khalil (Hebron), Ain Karem, el museo del Holocausto.

De todos esos lugares me interesa subrayar un par de detalles.

Sobre todo la celebración que programamos, de sorpresa, para celebrar el XXV aniversario en Caná de Galilea. Un momento intenso de oración y gran emoción en el que recordamos a todos los familiares y amigos que han caminado con ellos en estos años.

Durante la salida hacia Jerusalén nos detuvimos en el desierto de Judea, precisamente en el mirador cerca del monasterio de San Jorge en Kotziba: vista espectacular y sobre todo un delicioso te caliente que bebimos junto a dos beduinos que viven en el desierto; una larga conversación con ellos sin excluir momentos de silencio; el fuerte significado de la hospitalidad que nos han demostrado nuestros nuevos amigos Aid e Bilal, el relato de sus propias dificultades en una tierra tan hostil así como el Estado que los gobierna, el sentimento de paz que sentimos bajo la sombra de los grandes arcos naturales que nos hacían de atrio hacia el panorama… ¡Momentos inolvidables!

El paseo espiritual en la Ciudad Santa ha seguramente tocado el corazón de la pareja. A pesar del cansancio después de una marcha sin interrupción durante casi ocho horas, la emoción y la alegría nos acompañaron en los lugares que visitamos: “me explotaba el corazón de alegría” fue el comentario de Ale al salir del Santo Sepulcro.

Poquísimos instantes que han dejado una marca indeleble.

También el hecho de ver los problemas de la gente que vive en Israel y en Medio Oriente han contribuido: ver los muros de separación, las muestras de la discriminación social, la opreción y la tensión que se respira en algunos ambientes han seguramente hecho ver a nuestros amigos una realidad más auténtica y menos manipulada por los medios de comunicación social que imperan en nuestro mundo occidental que divulgan noticias modificadas y seguramente de parte.

Al finalizar esta bella estancia y convivio poco a poco se empezaba a manifiestar en nuestros corazones, como sucede cada vez, un sentimiento de nostalgia, pero la certeza de la fe realmente une y reduce las distancias y nos hace sentir siempre “un solo corazón y  una alma sola” en el camino de la vida.

Marco Cosini

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