El obispo del Sahara (Argelia), Mons. Claude Rault, publicó en el 2008 un libro-testimonio con este título original en francés: “Désert, ma cathédrale” (Desclée de Brouwer). Título creativo. Recuerdo que al momento de verlo me vino la idea que muchos, en otros lugares sobre todo en Europa, habrían en cambio escrito: ¡“Mi catedral es un desierto”! Lastimosamente hasta ahora no ha sido traducido ni en italiano ni en español.

Claude Rault es obíspo de la dócesis geográficamente más grande del mundo (más o menos dos millones de kilómetros cuadrados), es una tierra bendecida sobretodo por la presencia de los Misioneros de Africa (a esta congregación pertenecía Mons. Rault) conocidos como “Padres blancos” y luego también por la presencia del padre Carlos de Foucauld a principios de 1900. En su libro el Obispo descrive en modo claro la situación de su iglesia local: alrededor de tres millones quinientosmil habitantes, de los quales apenas un centenar de cristianos distribuidos en once lugares. “A la hora de presentar las estadísticas a la Santa Sede mi asistente muestra un poco de vergüenza” dice con un poco de ironia Mons. Rault, pero luego pasa a tratar temas che son “más que suficientes” para llenar de significado una presencia “microscópica” de cristianos en el inmenso desierto del Sahara.

BrahimEs importante en primer lugar superar el “cliché“ que tenemos del desierto para poder concentrarnos sobre los rostros de los hombres y de las mujeres que allí viven –afirma el obispo Claude– para descubrir que se trata de un mundo similar a todos los otros: “un habitante del Sahara conoce el desierto como uno de París conoce la red de la metropolitana“ y cada uno vive su cotidianidad con los propios desafíos. Un discípulo de Jesús está llamado a vivir “las alegías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy” como afírma el concilio Vaticanto II. “Asi yo soy el obispo para los cristianos, pero antes un hermano de todos, cristianos y musulmanes”. Sin desperdiciar palabras el obispo del Sahara afirma que a la base de su labor –como aquella de los cristianos que viven como una minoría entre los musulmanes– està el mismo ejemplo de Jesús de Nazareth. “También El vivía en una diócesis grande y con su pequeño grupo eran una minoría”, sin embargo “Jesús ha sido el hombre de las relaciones”, convivió con personas concretas del mundo judío, pero fue también en busca de los “otros”. Y a los encuentros con algunos musulmanes, hombres y mujeres concretos, capaces de acoger al huésped “verdaderamente como un enviado de Dios y no solo por decir”, así como había hecho Abraham en el encinar de Mamre, nuestro Autor dedica varias páginas. De las narraciones que más me han impresionado he aquí una: Es la historia de Brahim, un fiel musulmán, padre de familia. Era durante el Ramadán (el mes dedicado al ayuno en la religión musulmana), ese año cayó en el mes mas caliente del año. Un día, mientres el Obispo pasava cerca, se detuvo para saludar a su amigo Brahim, pero su esposa y sus hijos le dijeron que había partido temprano en la mañana para el mercado más vecino, a “tan solo treinta kilómetros” y que no habría regresado sino hasta el ocaso porque debía comprar un asno y regresar con él, caminando sobre la arena que coce del desierto. Pero, así como acostumbran ellos, el huésped fue invitado a esperar a Brahim para poder después convivir la cena con la cual se culminava el ayuno. Justo cuando la luz comenzaba a escacear vieron al hombre a lo lejos que caminaba lentamente con el asno, después de un día sin comer y beber por motivo del ayuno del Ramadán.Trasportatori d'altri tempi...

Finalmente el hombre y la pobre bestia llegaban a su destino – podemos imaginar en que estado– y la primera cosa que Brahim pregunta es si habían ofrecido algo de tomar a su amigo el Obispo. Como es obvio, Claud queria seguir esperando, pero su amigo lo detuvo diciéndole: “te suplico que bebas, porque tú no estás obligado a observar el ayuno, te pido, visto que no lo quieres hacer por ti, hazlo por mi”. El Obispo, impresionado por estas palabras decía: “me recordé del paso de Mateo 25 tenía sed y me has dado de beber”… Pero a este hombre, que no conoce el Evangelio, estoy seguro que el Señor le dirá: “Ven, bendito de mi Padre, porque tú tenías sed y en cambio me has dado de beber; tú tenías hambre y me has dado de comer; tú estabas cansado y me has hecho descanzar… Entra en la alegría de tu Señor” y finaliza la narración con estas fuertes palabras: “J’avoue que là, la lettre même de l’Évangile se truvait dépassée”, es decir que el musulmán había ido mas allá del Evangelio.

Oswaldo Curuchich jc