Charles 1Todas las páginas escritas por el Padre de Foucauld se caracterizan por la ternura hacia la persona de su “Bienamado hermano y Señor Jesús”, un amor que no conoce distinción etre amar a Dios y amar a “todos los hombres”, a los “seres humanos”; hoy diríamos todas las personas, porque todos hemos sido salvados. Todo esto encierra el misterio de la Encarnación, y el Hermano Carlos llega a esta deducción: si Dios ha vivido como nosotros, eso significa que nosotros podemos vivir como Él.

Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Juan 15,11-13).

¡Cómo eres bueno, Dios mio! Cada una de tus palabras es una llama, cada una arde de amor: «Mi precepto es que ustedes se amen los unos hacia los otros, y que amen a todos los hombres». Este amor hacia los hombres forma parte del amor hacia Dios, es la consecuencia, el efecto, lo abraza; además, para hacerlo comprender mucho más, Tú haces de eso una mención particular, Tú lo comandas en modo especial; no solamente lo comandas, sino pides que sea la característica principal que debe distinguir a tus discípulos…

DCF 1.0Amemos a Dios… Amémoslo, imitémoslo, contemplémoslo, e igualmente amemos a todos los hombres: todo aumento del amor hacia el prójimo que nace en nuestro corazón producirá necesariamente al mismo tiempo un aumento idéntico del amor hacia Dios… Amemos a todos los hombres por obediencia a Dios: «Mi precepto, es que se amen los unos a los otros»; para imitar a Dios: «Que ustedes se amen los unos a los otros como yo los he amado»;
para obtener el amor hacia Dios, porque todo crecimiento en nuestro corazón del amor hacia los hombres produce un crecimiento exactamente igual del amor hacia Dios; por mil razones que nacen de nuestra capacidad de amar a Dios, por ejemplo: porque todos los hombres son creaturas de Dios, imagen de Dios, hijos amados de Dios, y porque todos están llamdos a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios, porque todos han sido salvados con el precio de la sangre de Jesús, están llamados a recibir en la santa comunión a Jesús, son miembros de Jesús, partes como elmentos vecinos o lejanos del cuerpo de Jesús; porque todo aquello que hacemos en favor de ellos, Jesús lo recibe como si lo hiciéramos a él (Mt 25)…

Amemos a todos los hombres como Jesús los amó, hasta donar nuestra vida por la salvación de sus almas y de sus cuerpos… Amemos sobre todo al mismo Jesús con un amor mucho más grande; de este amor que consiste en dar la vida por el ser amado; seamos dispuestos a morir por todos los hombres; deseemos, pidamos derramar nuestra sangre por Jesús; hagamos todo lo que esté de nuestra parte y lo que nos permite la voluntad divina por obtener el privilegio de dar esta prubea del “amor más grande” a nuestro Bienamado Jesús.

Charles de Foucauld: L’imitation du Bien-Aimé, 232-235.