Muro 1Una de las cosas más tristes que pude ver en Tierra Santa ha sido el muro (alto casi 7 metros) que el gobierno israelí aprobó en 2002 y construyó en poco tiempo, muro conocido como la Barrera israelí de Cisjordania. La barrera ha sido un proyecto muy controvertido. Sus partidarios afirman que se trata de un medio necesario para proteger a los civiles israelíes contra el terrorismo palestino, especialmente de los atentados suicidas. Pero en realidad se presenta como un verdadero sistema de exclusión de los palestinos con la consecuente privación de su propia libertad y la violación de sus derechos humanos. Es como una prisión en la que la gente sobrevive con medios precarios y que el Papa Francisco, no con palabras sino con un gesto, ha definido “el nuevo muro de los lamentos”.

La historia general nos narra acerca de la contrucción de murallas de parte de varias culturas, sea para circular su propia ciudad, pero también por otros motivos diferentes. Entre las más famosas, cito solamente dos: la Gran Muralla China, por su antigüedad; y el Muro de Berlín por haber sido el símbolo della división del continente europeo. Los chinos construyeron y reconstruyeron la Gran Muralla entre los V a.C. y el XVI d.C. principalmente para proteger la frontera norte del Imperio chino durante las sucesivas dinastías imperiales de los ataques de otras culturas, sobre todo de la Mongolia. Contando sus ramificaciones y construcciones secundarias, se calcula que llegó a medir aproximadamente 21,196 kilómetros de largo. En su apogeo, durante la dinastían Ming, fue custodiada por más de un millón de guerreros. La Gran Muralla China fue designada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1987, aunque si gran parte de ella tiene fama de ser el mayor cementerio del mundo, pues aproximadamente 10 millones de trabajadores murieron durante su construcción.

Muro 3El Muro de Berlín (Alemania), denominado oficialmente “Muro de Protección Antifascista”, fue también apodado “Muro de la vergüenza” por parte de la opinión pública occidental. Fue parte de las fronteras interalemanas desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989 cuando el muro “cayó” para no levantarse más. El muro se extendía a lo largo de 45 kilómetros que dividían la ciudad de Berlín en dos partes (obligando automáticamente a muchas familias a vivir completamente separadas) y 115 kilómetros que separaban al enclave Berlín Oeste (República Federal Alemana) de la ciudad de Berlín Occidental, capital de la República Democrática Alemana. El Bloque del Este era dominado por los soviéticos, y ellos oficialmente sostenían que el muro fue levantado para proteger a su población de elementos fascistas que conspiraban para evitar la voluntad popular de construir un estado socialista en Alemania del Este. No obstante, en práctica, el muro sirvió para impedir la emigración masiva que marcó a Alemania del Este y al bloque comunista durante el período posterior a la Segunda Guerra Mundial; el muro eterminó también la división polítia y económica de Europa.

Si estos tres casos citados representan, de hecho, tres tragedias para la humanidad, han existido y existen otras “murallas” mucho más dramáticas en cuanto no son materiales, sino polItico-ideológicas, socio-culturales e incluso religiosas. Cito rápidamente los programas que dividían a negros y blancos en los USA y en Sudáfrica, mentalidad elevada a sistemas contra las que lucharon pacíficamente Martin Luther King y Nelson Mandela. Podemos citar aquí el triste caso del Rio Bravo, la “raya divisoria” que impide el ingreso de los latinos en los Estados y que un grupo famoso bautizó “la tumba del mojado”, etc. Pero hay sempre casos peores: la Biblia en general y el Nuevo Testamento en particular nos narran del caso de los Samaritanos. Se trataba de un pueblo entero que los israelitas de Judea habían excluído del Pueblo elegido de Dios, y así los “impuros” de Samaría no tenían derecho a entrar ni en Jerusalén y mucho menos en el Templo, lo que significaba en fin no tener derecho a participar a los bienes de Dios.

Hay casos grandes y dramáticos, pero hay también realidades invisibles, “bloques” y “barreras” que pueden tener dimensiones sociales o familiares: a mis abuelos, por ejemplo, les convencieron que eran “naturalmente incapaces de aprender el español” y por eso no valía la pena que exigeran su derecho a la instrucción. En la Iglesia nunca faltan algunos que piensan “la verdadera iglesia somos nosotros”… Y finalmente hay personas que son capaces de construir una muralla en su propia familia, excluyendo, de hecho, al propio esposo o a la propia esposa. Podría seguir enumerando casos concretos, pero mi intención es solamente recordar que todos corremos el peligro de no reconocer los bloques (con frecuencia mentales) que nos separan de los demás, y que debemos luchar por construir puentes y no para levantar murallas.

Oswaldo Curuchich jc

Muro 2