2011-06-08 19:00:05https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=116

Cuando vamos a las fuentes del Jordán nuestro itinerario comprende también la subida al Hermón, siguiendo la carretera que atraviesa Neve Atif, un kibutz hebreo, y conduce a la ciudad drusa de Majdal-el-shamis, último centro habitado sobre las cimas del monte, antes de llegar a la estación de esquí.

Hoy no vamos hasta allá arriba porque queremos visitar, por primera vez, la parte interna del Castillo de Nimrod, que hemos admirado siempre desde lejos.

La primera gran sorpresa nos la reserva el parqueo: está súper lleno, ¡pensábamos de ser los únicos curiosos! La otra la tenemos delante de la inmensidad de los espacios y de las estructuras de la fortaleza y de la maravilla que nos ofrece desde aquí el panorama que abraza el valle de Hula, el Hermón, los montes que desde Metulla llegan a Sefat, y las colinas del Golán.

Cuando nos despertamos por la maravilla iniciamos la larga visita del castillo. Los locales que nos han mayormente impresionado son: la Torre sur-oeste, la enorme cisterna a la par, tan bien mimetizada que parece, desde fuera, una parte habitada en el castillo, la “Torre bella”, como es llamada en la guía, pero que era, antes de las modificaciones hechas por los Mamelucos, una hermosa iglesia octagonal, y, en fin, “el pasaje secreto” en la Torre nor-oeste. Además era seguramente una maravilla arquitectónica la fortaleza original, aislada en la parte este del conjunto.

Acercándonos a los diferentes lados de las murallas uno se queda más maravillado todavía por cómo los cruzados hallan sabido aprovechar todos los espacios de esta enorme roca que desciende a plomo sobre los enormes canales. Con mucha razón Nimrod es considerada la principal entre las fortalezas construidas para defender el reino cruzado que aún se pueden visitar es decir: la de Montfort, la de Belvoir y precisamente la de Nimrod en Galilea y las de Kerak y Ash-Shanbak en Jordania.

Si a estas agregamos aquellas que ya no existen, las iglesias extendidas por todas partes, algunas partes de Acre y de la ciudad antigua de Jerusalén, tenemos que decir que, por el tiempo relativamente breve de su presencia en estas tierras, los cruzados han construido bastante y bien hecho. Esto lo decimos sin expresar un juicio de mérito sobre las cruzadas, cosa que intentaremos de hacer durante la visita en Acre, san Juan de Acre, la capital del reino cruzado.

A alguien seguramente le interesará quitarse la curiosidad de saber quién era Nimrod, que da su nombre a la construcción. Casi ciertamente se trata de uno de los personajes bíblicos post-diluvio. Descendiente de Cam, uno de los tres hijos de Noé, Nimrod ha meritado una citación particular en el texto sagrado: «Cus fue padre de Nimrod, que llegó a ser el primer guerrero sobre la tierra. El fue un valiente cazador delante del Señor. Por eso se dice: “Valiente cazador delante del Señor como Nimrod”. Babilonia, Erec y Acad –todas ellas están en la región de Senaar– fueron el núcleo inicial de su reino. De esa región salió para Asur, y edificó Nínive, con sus plazas urbanas, Calaj, y Resen, entre Nínive y Calaj. Esta última era la capital» (Gn 10,8-12).

Ahora nos gustaría agregar y compartir con ustedes dos de los momentos más bonitos de la visita al castillo.

Saliendo del “Pasaje secreto” me encontré con una familia hebrea. Al centro caminaba el papá. Cuando se dio cuenta que era un religioso me sonrió cantando “Shalom”, paz, con un tono amigable, acogedor. Respondí con alegría “¡Shalom!” y prosiguiendo me nació espontáneamente una oración por esta tierra que parece hacer de todo para alejar la paz, anhelada en cambio por la gente normal de los dos países.

Llegando a la salida veo que en la plaza al hermano Marco que conversa con algunos niños musulmanes, contentísimos de poder hablar en su idioma con un “abouna”, sacerdote en español. La cosa más extraordinaria eran las sonrisas y las miradas complacidas de los papás hacia quien hubiese podido parecer como un pariente lejano de los cruzados.

Ciertamente son experiencias como estas que animan a Marco (y nosotros que le hacemos porras) a seguir adelante con el difícil empeño cotidiano que exige el aprendizaje de un idioma tal difícil como lo es el árabe.

Ahora dejamos el castillo y llegando a Majdal-el-Shamis bajamos en el valle del lago Ram rico de las mejores manzanas producidas en Israel. Nos detenemos en Massada para un almuercito en un pequeño restaurante druso para luego llegar a Quneitra, la última parada de nuestra jornada, antes de bajar hacia el lago de Tiberiades y regresar a casa.

Quneitra no puede ser saltada cuando se viene a las fuentes porque, desde el mirador que ha sido construido, se puede ver una parte de la Siria (distamos 40 Km, en línea de aire, de Damasco) y entender también un poco de historia reciente. Aquí estamos en pleno Golán, tierra siriana hasta el 1967 y hoy Israel, al menos según los mapas locales. La Siria continúa a reclamar, pero no puede hacer nada más, como dijo claramente su presidente hace pocos años. Para mientras en la espera de una solución definitiva, allá arriba, a pocos centenares de metros desde donde estamos hay una base de la ONU, posicionada en la zona cabecera entre los dos países, que tiene el deber de controlar que los dos contrincantes no vuelvan a encender la mecha. Naturalmente los soldados de la ONU (todos polacos) cambian pero la base está allí desde hace cuarenta y tres años. Desde aquí se ve también el fantasma de Quneitra antes de la guerra: los sirianos han querido conservar lo que quedó en pié de la ciudad y hacerla un memorial. En ocasión de su visita a la Iglesia de Siria Juan Pablo II celebró aquí precisamente una de las Eucaristías más participadas y significativas.

La nueva Quneitra se ve del otro lado del nuevo confín. Para entender cuanto será difícil encontrar una solución justa, es suficiente mirar hacia arriba, detrás de nuestras espaldas: sobre la cima de la colina hay un observatorio (militar) israelí gigantesco, con instrumentos que controlan gran parte del Medio Oriente. Y es fuciente también tener presente que los drusos de los cuatro pueblos sobrevivientes son, según las últimas estadísticas, cerca de 19,000 mientras que los hebreos de los kibutz han alcanzado los 22,000.

Ha sido una larga jornada (¡se las hemos contado en tres partes!) y, como siempre cuando llevamos a los hermanos o a los amigos a descubrir un poco de esta Tierra, es muy interesante. Franklin lo confirma. Está más que satisfecho.

Alvaro Rossi


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