2011-06-17 18:19:53https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=134

El profeta Isaías, al rededor del 730 a.C., había predicho: «En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos. El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz» (Is 8,23- 9,1).



Mateo vuelve a tomar este texto para explicar la decisión de Jesús en dejar Nazaret y transferirse en Cafarnaún para convertirla en el campo base de su misión evangelizadora: «Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: “¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.” A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 4,12-17).

El “mar de Galilea”, o lago de Kinneret, por su forma parecida a una cítara, o lago de Genesaret, o lago de Tiberíades, como poco a poco fue llamado, ha sido testigo de la mayor parte de los milagros y discursos de Jesús.

Sobre las riveras septentrionales se ubicaban lugares hechos famosos por las páginas de los evangelios: Cafarnaún, Corozaím, Betsaida, Kursi, Tabgha, el Monte de las Bienaventuranzas, Dalmanuta, Genesaret, Mágdala, Tiberíades. Aunque si esta última ciudad, construida por Herodes Antipas para hacerla su residencia, no parece ser frecuentada por Jesús, que debía de cuidarse de ese “zorra” que había asesinado ya al Bautista.

Precisamente en tales lugares Jesús hace sus primeros discursos fundamentales acerca de las Bienaventuranzas y acerca del Pan de la vida, el de las parábolas pronunciadas desde la barca de Pedro y aquel sobre las exigencias y las consecuencias de la misión.

Aquí los discípulos aprendieron el “Padre nuestro” después que Jesús había pasado la noche en oración en la gruta del “éremos”. Aquí sucedieron las curaciones del paralítico, de la suegra de Pedro, de la hemorroisa, de los dos ciegos, del siervo del centurión, del endemoniado poseído por la legión de demonios que fueron a terminar junto con los cerdos en el agua, la resurrección de la hija de Jairo, la tempestad calmada, la multiplicación de los panes, la pesca milagrosa. Aquí la elección de los apóstoles, la aparición a Pedro y a sus compañeros, cuando regresaron a pescar después de la Resurrección y la confirma a él como guía de la comunidad apostólica y de la Iglesia y, en fin, según san Mateo, donde Jesús dejó su último mensaje: «Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28,19-20).

Hoy sobre estas orillas se asoman solo Tiberíades y Mágdala. De Cafarnaún, Corozaím, Betsaida, Kursi y Genesaret quedan sólo las ruinas. Los peregrinos pueden orar en las iglesias que recuerdan los hechos sobresalientes, pero, sobre todo, si no hay cansancio y el silencio es profundo, pueden encontrarse ángulos, especialmente en las riveras, donde se respira la misma atmósfera que brota en las páginas del evangelio. Es difícil encontrar lugares donde orar y pensar cosas buenas como sucede aquí. Y a veces se puede encontrar la agradable sensación que el Maestro pueda visitarte de un momento a otro. Como en ese entonces.

Para aquellos que no han tenido la oportunidad de hacer esta experiencia intentaremos presentar estas localidades tan amadas por Jesús.

Alvaro Rossi


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