2011-07-02 13:52:56https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=156

Son pocos en este período los peregrinos (y turistas) que vienen en Egipto no obstante la península del Sinaí sea bastante segura; son menos aún aquellos que tienen la posibilidad de vivir tres días espirituales en estos lugares inmergiéndose en la vida cotidiana de los beduinos, es decir los habitantes del desierto, que es un poco como simular la cotidianidad de los patriarcas;


son poquísimos además aquellos que encuentran un amigo como Jordi, fraile biblista catalán apasionado de la ruta del Éxodo, que nos proporciona informaciones y contactos detallados para concretizar esta experiencia. Si agregamos que vivir el desierto de y con los beduinos es en pleno “estilo” de los Hermanitos siguiendo las huellas del Hermano Carlos, no podemos que agradecer con el corazón colmo de reconocimiento al Señor y a los hermanos que han organizado y permitido este viaje. Perdonen la largueza del artículo, pero es ya una síntesis de la síntesis…En auto hacia Eilat decidimos de acompañar la oración de estos días a través de la lectura continua del libro de los Salmos. Llegados en Egipto, en la frontera de Taba nos espera Ramadán, joven y experto guía beduino y partimos hacia el monasterio de santa Caterina a los pies del Djebel Musa (Sinaí). Iniciamos así a conocer a los Jabaleya (montañeses) una de las siete tribus de la región. Los Jabaleya son casi siete mil y, desde cuando nació el monasterio (656 d.C. por deseo del emperador Justiniano) este pueblo ha siempre trabajado codo a codo con los monjes del Sinaí.

El imperador envió como protección del monasterio apenas construido cien familias cristianas de la Rumania y otras cien desde Alejandría de Egipto: son éstos los antenados de la tribu. Aunque si con la llegada de Mahoma (el Profeta) todos se convirtieron al Islam, la relación con los monjes cristianos continuaron a ser de amistad y recíproca dependencia, gracias también a un edicto del mismo Mahoma que había recibido hospedaje en este lugar. Suleiman, guía beduino del monasterio, nos confía que para ellos el monasterio es el corazón y la tribu el cuerpo: es necesario cuidar el corazón para que todo el cuerpo sea fuerte y saludable.

La mañana siguiente salimos poco después del alba para nuestro camino (¡físico y espiritual!), lastimosamente debemos separarnos de nuestro hermano Paolo que no se siente en forma. Iniciamos entonces la famosa subida de casi 4000 gradas que van directamente hacia la cima del Sinaí siguiendo otro guía, Hussein: san Juan Clímaco se inspiró en estas graditas para escribir su célebre obra “Escalera del Paraíso”. Como escribía Pia Compagnoni, cada paso hacia adelante es un Kyrie eleison lanzado hacia el cielo… pero aún no llegamos a la cima: llegados al valle que recuerda el lugar donde el profeta Elías se refugió luego de haber huido de Israel y donde encontró al Señor en la brisa ligera (1Re 19,1-14) giramos en dirección Ras Safsaf y, con no poca dificultad, llegamos a su cima. Aquí la tradición sostiene que Moisés haya mostrado las tablas de la Ley al pueblo reunido aquí abajo, en el extenso altiplano desértico del wadi Raha.

En la tarde afrontamos las últimas 750 graditas que nos separan de la cima del monte Sinaí. Si son estos los lugares reales del encuentro con Dios de Moisés o no, es cierto que los dos elementos del paisaje y del silencio, un silencio total que “grita”, invita a recogernos inmediatamente en oración y en la escucha de su Palabra… podemos gozar una buena hora de adoración y de convivencia de la Palabra gracias a algunos escritos traídos por Franklin.

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