2011-09-21 15:46:39https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=265

El otoño ha apenas iniciado acompañado de una considerable disminución en la temperatura e inaugurando así también un período un poco diferente para nuestras fraternidades. Concluyendo la estación de verano quisiéramos recordar con gran afecto, amistad y gratitud a cuantos en estos meses han pasado en Sassovivo.

Dedicarse a la hospitalidad en algún modo quiere decir empeñarse y donar «gratuitamente», sin provecho, por el simple hecho que a menudo se encuentra con personas (individuales y grupos) que vienen una sola vez; sin embargo, no son pocos aquellos que quedan ligados a nosotros y tarde o temprano regresan. Aunque si el servicio de hospitalidad es una actividad aparentemente solo de carácter laboral, no lo es desde nuestro punto de vista porque no nos faltan motivos para considerarla verdaderamente una sagrada hospitalidad.

Cada verano es por tanto, rica de encuentros, confronto de ideas y experiencias y sobre todo para orar y vivir juntos, en fraternidad. Llegan personas muy diferentes e interesantes, tarde o temprano se presenta un personaje un poco extravagante, por ejemplo, un joven que llegó caminando pero sin el normal equipaje del peregrino (sin mochila) porque se traía un asno, sí, un verdadero asno (¡como el de José y María!), pidió solo el favor de poder descansar y de cargar su portátil… En breve, cosas nuevas y cosas antiguas. O bien, aquellos veinte alemanes, evangélicos, que siguiendo su itinerario debían detenerse con nosotros para dormir. Lamentablemente no faltó el clásico «experto» de hongos que no logró escapar a la tentación de recoger algunos, según él conocidos, por el bosque y de preparar la cena para sus compañeros. Tal vez eran incluso exquisitos, el hecho es que fue una noche muy «agitada», pobrecitos, por fortuna no sucedió nada de grave y el pastor que los acompañaba tuvo solamente que posponer la partida de algunas horas.

Pero el «personaje del año» es seguramente un sacerdote anciano, Padre Anteo. Tuviéramos que escribir un entero libro para narrar cuanto sucedió en las tres semanas que fue nuestro huésped especial. Llegó como se diría desde un punto de vista profano «por caso», pero su presencia ha dejado en cada uno de nosotros algo que es difícil de describir. Se trata de uno de aquellos viejos «sacerdotes montañeses» que transcurren su vida en la intimidad (para no decir soledad porque suena mal) de su casa parroquial en compañía de sus gallinas, pero sobre todo en compañía del Señor. Precisamente un cura párroco, y si no es el santo de Ars, poco le falta. Descubrir la dimensión de la fraternidad, es decir, el vivir juntos para crecer en el camino de conversión y en el seguimiento del Bienamado Hermano y Señor Jesús, ¡no es fácil cuando se llega a una cierta edad! Los primeros tres días fueron los más difíciles para nuestro amigo habituado a su propio ambiente y a su ritmo de vida. Los espacios amplios de la Abadía no le fueron de gran ayuda y así a veces nos tocaba buscarlo en la parte opuesta a la hora de los pastos. Superado el momento (o el shock) inicial poco a poco entró en confianza y por tanto, desde sus perplejidades pasó a la maravilla. Algunas cosas para nosotros muy naturales (por ejemplo los hermanos más jóvenes que dan del tu al Prior, coetáneo de nuestro huésped) suscitaban una serie de emociones a nuestro amigo que es de la «vieja guardia». Luego la curiosidad y al mismo tiempo el interés de saber usar el celular, los mensajes, etc. No faltó el hermano que se hizo disponible para darle una mano, aunque si determinadas cosas piden precisamente la ¡edad canónica!

El momento de mayor conmoción recíproca fue el día que insistió que alguien lo acompañara a la ciudad para «una cosa muy importante». Regresaron con muchas cosas, incluso con un pastel y la botella de champagne porque, dijo, estaba cumpliendo sus 75 años y le interesaba festejarlo con su «familia». ¡Qué gran fiesta!

La acogida/hospitalidad es una dimensión irrenunciable de las fraternidades que se inspiran al mensaje espiritual del hermano Carlos de Foucauld, y algunas veces nos parece como tocar (casi) con la mano la exhortación de la Carta a los Hebreos: «No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles» (13,2).

Oswaldo Curuchich

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