Al atardecer del domingo 24 de enero tuvimos la agradable e importante visita del «Patriarca de Antioquía y de todo el Oriente de los Maronitas», Béchara Boutros Raï, acompañado por el Cardenal argentino Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales y el Obispo de Foligno Mons. Gualtiero Sigismondi junto a sus respectivos colaboradores. Por motivo de la fiesta de San Feliciano, obispo y mártir del siglo III y patrono principal de Foligno, el Patriarca jefe de la Iglesia Maronita y el Cardenal fueron invitados a presidir la solemne concelebración eucarística en la catedral, ya que existe un vínculo fuerte de amistad entre esta Diócesis y la Iglesia Maronita.
No es la primera vez que los cristianos Maronitas realizan una peregrinación a la Abadía de Sassovivo, pues este antiguo monasterio está hermanado con la Iglesia Maronita del Líbano, el País de los Cedros. La historia de esta relación inicia en la época de las Cruzadas (siglos XII y XIII) cuando se trajeron de Palestina una reliquia muy importante y la donaron a los monjes de Sassovivo: el cráneo de San Marún, patrono de la Iglesia y de todo el Líbano, y que por varios siglos permaneció primero aquí en la Abadía, luego en una pequeña iglesia y finalmente en la catedral de Foligno. Durante el Jubileo de 2000, con la autorización de la Santa Sede, la preciosa reliquia «volvió a casa». Poco tiempo después, por motivo de la canonización de la santa maronita Rafqa Choboq, una numerosa delegación guíada por el Patriarca Sfeir, vino hasta aquí. Ese día, era el 9 de junio de 2001, a la presencia de nuestro Prior general y del Obispo de Foligno, el Patriarca consagró la capilla a san Marún, «entre muchas oraciones, muchos besos y sobre todo muchas reverencias», decía nuestro Obispo de entonces. Y de ese acontecimiento nació una profunda amistad que con el pasar de los años se ha reforzado y renovado cada vez más hasta abrazar a toda la diócesis.
Pero volviendo a la visita del domingo, fue motivo de gran alegría poder rezar juntos en la capilla donde cotidianmente veneramos la memoria de los santos maronitas Marún y Sharbel recordándolos en la Plegaria eucarística junto al Beato Carlos de Foucauld. Éste es también un detalle digno de mención porque del 1890 al 1897 el monje trapense frère Marie-Albéric (Charles de Foucauld) vivió en el monasterio de Akbés, en Siria. En el mismo periodo el famoso monje taumaturgo san Sharbel (m. 1898), el «Sol del Oriente», iluminaba con su vida de santidiad todo el territorio. El mismo Maestro de Galilea, Jesús de Nazareth, durante la predicación del Reino, en una ocasión cruzó la «frontera» y llegó hasta la región de Tiro y Sidón. San Mateo nos narra el encuentro con la Cananea, una mujer extrangera que pedía a gritos un milagro para su hija muy enferma… De aquí la frase muy importante: «Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se cumplan tus deseos» (Mt 15,21-28). «Sin duda alguna Jesús fue el forastero más ilustre que el Líbano haya acogido» (S. Garofalo, Il profumo del Libano).
Y a propósito de extrangeros, las cosas en Medio Oriente en general y en Líbano en particular siguen muy complejas y la situación política delicada, todo a causa del caos que «fuerzas oscuras» (aunque no siempre oscuras) han creado en Siria y las consecuencias han recaído sobre los países colindantes. La presencia de millones de Palestinos refugiados desde 1948 al momento de la declaración del Estado de Israel y las recientes persecuciones contra los cristianos y los poblados en general ha debilitado más los equilibrios políticos ya frágiles en Líbano y los paíces vecinos.
Los Maronitas son el grupo cristiano más numeroso del Líbano –tal vez aun más numerosos son los de la «diáspora», es decir aquellos que viven en otros países– y es la única comunidad Católica oriental que nunca se ha separado de la Iglesia Católica Romana. La espiritualidad de San Marún, y entonces de los Maronitas, trae sus raíces de la Iglesia de Antioquía fundada por el mismo apóstol San Pedro. Después de la muerte de San Marún (410), sus discípulos construyeron un santuario a orillas del río Oronte, en Siria, para custodiar su cuerpo ya venerado por la comunidad. En las cercanías construyeron también el monasterio de Beth Marón «la casa di San Marún», que fue el baluarte oriental para la defensa del dogma durante el Concilio de Calcedonia del 451. Los monjes de Beth Maron, llamados por eso «maronitas», fundaron una comunidad bien constituída dependiente del Patriarca de Antioquía.
En el año 686, por voluntad del Papa, fue elegido Patriarca de Antioquía el superior del monasterio de Beth Marón. Sucesivamente, siendo la sede patriarcal de Antioquía vacante, el patriarcado fue trasladado en las montañas de Líbano estableciendo la nuev sede en el valle de Kfarhay que en poco tiempo se llenó de hermitaños. La persecución y la destrucción de Beth Marón aceleraron la dispersión (diáspora) de los monjes sirios hacia el territorio de Líbano transformándolo en un jardín material y espiritual. Este refugio dio a los Maronitas la posibilidad de defender y vivir libremente su fe hasta nuestros días (fuente: P. Cattaneo, San Charbel, Sole d’Oriente).
Son célebres las palabras que san Juan Pablo II pronunció en 1980 a propósito de las Iglesias: «No podemos respirar como cristianos, mejor dicho, como Católicos, con un solo pulmón; necesitamos respirar con dos pulmones, Oriente y Occidente»… En conclusión, ha sido una gran bendición para nosotros haber acogido a la delegación de los Maronitas junto al Cardenal Sandri precisamente mientras terminaba la Semana de oración para la Unidad de los cristianos. Si con los Maronitas no sólo somos amigos, sino hemos aprendido juntos a construir una profunda comunión, signica que podemos seguir mirando con fe y confianza hacia el futuro de la única Iglesia que profesa una sola fe en el único Señor Jesús, unidos por un solo Bautismo e hijos de un solo Dios y Padre.
Fr. Oswaldo Curuchich jc