La violencia «en nombre de Dios» es un tema que actualmente preocupa y confunde a la mayor parte de las personas, creyentes y no creyentes. A partir del pasado mes de julio, con la aparición oficial de Abu Bakr al-Baghadadi, que se auto proclamó Califa del Estado Islámico de Irak y de la Gran Siria, declarando tener como objetivo conquistar el mundo entero mediante la guerra santa, el tema del «dios sediento de sangre» vuelve a ser el tema más delicado y el gran desafío para el tercer milenio.

A la pregunta «¿cómo es posible llegar a esos extremos en nombre de Dios?», respondemos que se trata de una pregunta existencial, es decir que podemos sólo intentar algunas respuestas, pero ninguna de ellas nos dejará completamente satisfechos, porque se trata del misterio del bien y del mal… Posiblemente muchos –incluso después de haber leído toda la Biblia– no recuerden que el primer homicidio del que nos narran las sagradas Escrituras, es la historia de Caín y Abel (Génesis 4,1-16). La discordia entre los dos hermanos se concluye dramáticamente porque «a Dios le agradó Abel y su ofrenda, mientras que le desagradó Caín y la suya. Caín se enojó sobremanera y andaba cabizbajo». Con palabras nuestras podemos decir que el primer homicidio se realizó a la par de un altar y en nombre de Dios.

Y la Biblia está llena de episodios de violencia, iniciando con el Antiguo Testamento y el concepto del «Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro baluarte es el Dios de Jacob» (salmo 46; Isaías 8,13). Los evangelios igualmente hablan de violencia y sobresale el «celo» de los apóstoles Santiago y Juan contra los samaritanos que no acogieron a Jesús mientras iba hacia Jerusalén: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?» (Lucas 9,51-55). Pero el mismo Jesús no sólo reprendió a los «hijos del trueno», sino enviando a sus discípulos a anunciar la buena noticia dice, entre otras: «Como me han perseguido a mi lo harán con ustedes», y poco más adelante: «llega la hora cuando quien les asesinará dirá que da gloria a Dios» (Juan 16,2).

No debemos olvidar que los cristianos mismos a través de los siglos hemos sido intolerantes y hemos llegado hasta los extremos. Pero, gracias a la sabiduría y a la gracia, hemos sabido purificar nuestra fe y no concebimos hoy la violencia en nombre de Dios. En nuestros días es la religión del Islam que «aparece» como la religión hostil hacia los cristianos y que utiliza sistemas «bárbaros»… Es necesario y urgente seguir insistiendo y defendiendo la verdad: el Islam, o mejor dicho, los musulmanes auténticos rechazan todo lo que los extremistas están realizando en Irak y en Siria. El error que podría llevar al mundo entero a la fatalidad es la identificación entre Islam y guerra santa. ¿Y entonces?

A lo largo de los años, y por diferentes motivos, me he ocupado del islamismo y de musulmanes, he frecuentado algunos cursos en la universidad y profundizado varios temas, por el motivo que nuestra congregación sigue la espiritualidad del Beato Charles de Foucauld, que en los años 1901-1916 vivió, siendo el único cristiano (el primero en hacerlo) entre los musulmanes del desierto de Sahara en Argelia. Es llamado el «Hermano universal» por el mensaje de fraternidad que ha transmitido a la Iglesia y hoy más que nunca es considerado un profeta de nuestros días. Ya él mismo había comprendido que «pasarán siglos antes que cristianos y musulmanes se podrán entender». Aun así, todas las congregaciones y asociaciones que si inspiran al Padre de Foucauld aman como hermanos a los musulmanes, y no sólo a ellos. Las «Hermanitas de Jesús» al momento de hacer su profesión religiosa se consagran «a mis hermanos del Islam y al mundo entero». ¡Quien conoce a los musulmanes no puede no amarlos!

Ahora bien, si en tierras del Islam, como en otros rincones, hay fundamentalistas, y a ellos añadimos los intereses de poder de algunos, las ambiciones por los pozos petrolíferos de parte del Occidente, los resentimientos personales (como Caín) y el comercio de las armas, es natural que el paso sea muy rápido. A todo esto debemos recordar que todas estas barbaridades se han practicado siempre, la diferencia es que hoy utilizan los medios de comunicación para realizar también una guerra sicológica. Si en los países latinoamericanos «algunos pocos» fueron capaces de hacer que hermanos mataran a sus propios hermanos, en nombre de una ideología o un patriotismo, ¿por qué no pensar que eso que hoy algunos llaman «dios» realmente no se trate del único Dios?

Oswaldo Curuchich jc