Nos estamos acercando cada día más al Centenario de la muerte del Padre Carlos de Foucauld (Hermano Carlos de Jesús). Cuando fue asesinado en Tamanrasset, después de haber vivido 15 años en el desierto del Sahara en Argelia, el 1° de diciembre de 1916, el Padre no tenía un solo discípulo. Años después de su muerte se fue formando lentamente un número extraordinario de hombres y mujeres que siguen las huellas de Carlos de Jesús y hoy forman parte de la Asociación Familia Espiritual de Carlos de Foucauld.

En la semana de la Octava de Pasqua se realizó la asemblea internacional de la Familia Espiritual en Castelfranco Veneto (Italia). Participaron los responsables o delegados de los 20 grupos que han sido aprobados oficialmente por la Iglesia Católica y que forman parte de la Asociación. Por nosotros participaron los hermanos Piero y Giovanni Marco. Luego, el pasado fin de semana, se realizó el encuentro de la Familia Espiritual regional, es decir los 9 grupos que viven en Italia, encuentro al que participé personalmente. Los países con el mayor número de presencias son Francia y España. En ocasión del próximo Centenario apenas mencionado, que fue uno de los temas principales de ambas reuniones, se han realizado las nuevas estadísticas que evidencian a poco más de 13,000 miembros efectivos a través del mundo. Por miembros efectivos se entiende aquellos y aquellas que forman parte de uno de los 20 grupos y que están comprometidos o por medio de la profesión religiosa, o por una promesa, o según la fórmula indicada en los estatutos de cada grupo, incluyendo a sacerdotes diocesanos y seglares de cualquier condición. Pero cuando se habla de “aficionados” o “simpatizantes” de la espiritualidad de Carlos de Foucauld ya no es posible hacer algún tipo de cálculo. (Para mayor información ver www.charlesdefoucauld.org)

18El Padre de Foucauld fue beatificado en 2005 y a partir de esa fecha su mensaje espiritual se ha difundido mucho más por motivo de la actualidad de su experiencia y de su vida en general. Fue el primero a intuir que la “sequela Christi”, el seguimiento y/o la imitación de Cristo de parte del discípulo consiste fundamentalmente en la Vida de Nazareth: vivir plenamente la propia vocación cotidianamente, allí mismo dónde cada uno ha sido puesto o llamado, «como Jesús vivía en Nazareth». Se trata de una espiritualidad al alcance de todos, hombres y mujeres que tratan de vivir auténticamente la propia fe y la propia vocación. Es sobre todo una invitación a intensificar el propio camino y no a cambiarlo. En Carlos de Foucauld no existe ningún peligro de proselitismo («ven con nosotros porque somos los mejores»), sino al contrario es un consejo sobre cómo vivir un intenso camino de conversión cotidiana.

Posiblemente el aspecto de mayor actualidad consista en la necesidad para la Iglesia de encaminarse hacia la perifería y a soñar una Iglesia pobre para los pobre, como dice hoy el Papa Francisco. Carlos de Foucauld, después de haber vivido en Nazareth, fue ordenado sacerdote en Francia y no volvió a Tierra Santa sino optó por el desierto del Sahara, «a la búsqueda de la oveja más perdida». Para él los más pobres eran aquellos que no conocían a Jesús y tenía la plena convicción que entre los musulmanes no era posible predicar el Evangelio con la palabra sino más bien «gritar el Evangelio con la vida». Carlos de Jesús entró en el mundo de los nómades del desierto, desinteresada e incondicionalmente, aprendiendo el idioma, respetando la cultura y la religión que profesaban. Compartía con ellos «los dolores y las alegrías, las angustias y las esperanzas», como lo hacía Jesús en Nazareth entre sus paisanos. Cuando el Padre fue asesinado, en el contexto de la Primera guera mundial, el jefe de la tribu de los Tuaregs escribió a la hermana del Padre de Foucauld para expresarle su pésame y afirmaba: «Carlos, el hombre de Dios, no murió solo por ustedes, murió también por nosotros».

52A5Viviendo como un amigo entre aquellos que encontró en su camino, amándolos como a hermanos, dando incluso la vida por ellos, Carlos de Foucauld fue considerado el «hermano universal». En términos espirituales y teológicos decimos que su vida fue realmente una actualización del misterio de la Encarnación, una vocación a la que todos los cristianos somos invitados. En la vida del Padre de Foucauld, rica de aspectos espirituales y compleja por las diferentes vocaciones que vivió al mismo tiempo, es posible sintetizar todo en una sola palabra, mejor dicho en un nombre: Jesus.

Siguiendo las huellas del Hijo de Dios, hecho hombre para la salvación de todos, el Beato Carlos nos invita hoy a descubrir cada día más nuestra vocación a la santidad, no obstante el mundo en el que vivimos, con sus divisiones, sus guerras y con las amenazas para el futuro. Un día, definiendo su propia vocación dijo: «soy monje, misionero, sacerdote y sacristán», y en cuanto a su misión: «trabajo para la obra de Dios, en este lugar, adorando, inmolándome, santificándome, y sobre todo amando».

Oswaldo Curuchich jc

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