2012-04-16 18:20:02https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=448

Después de algunos años de vida comunitaria, nuestro amigo y hermano Franklin decidió interrumpir su camino de formación religiosa y regresó a Guatemala. La decisión la tomó en estos días al finalizar su noviciado, es decir poco antes de su profesión temporanea. Podríamos decir que es “todo normal”.

Pero incluso cuando se trata de algo “normal”, cada vez que un hermano se sale, cualquiera que sean las causas y las circunstancias, se experimenta en carne propia lo que San Pablo escribe a los Corintios cuando compara toda comunidad cristiana al cuerpo humano: «Si un miembro padece, con él padecen todos los miembros» (1Cor 12,26). Y así es, porque normalmente una decisión semejante en un primer momento crea disgusto y sufrimiento a todos. Pero apenas ese momento pasa llega el tiempo de la reflexión y así nos damos cuenta que estamos hablando de aquel poder misterioso de la llamada de Dios a seguirlo en esa forma peculiar que es la vida consagrada, una llamada de la que el mismo Jesús afirma: «No todos comprenden» (Mt 19,10-12). En nuestra Fraternidad, a pesar de vivir la vida consagrada en una forma “simple y familiar” (tratando de meter in práctica lo que el Hermano Carlos de Jesús exigía en sus escritos de fundación) nuestras Constituciones dicen que «la entrada en la Comunidad exige claridad hacia el compromiso común y todo lo que eso comporta» (n. 4). Claridad porque «el Hermanito (de Jesus Caritas) sabe que vivir en la Fraternidad significa estar frente a frente los unos con los otros y comprometerse mútuamente, dándose completamente»; y aun «la Fraternidad es el lugar en donde juntos se aprende a rezar y donde a la luz del Evangelio nos interrogamos en sinceridad y con valor para descubrir el camino que el Señor nos traza».

Personalmente considero que sea entrar en una Comunidad que salirse de ella exija al candidato mucho valor. Cualquiera que haya dejado almenos una vez su propia familia (no importa por cual motivo) recuerda el vacío y la soledad de los primeros meses, tal vez años. Creo que no sea fácil para uno que después de haber aceptado la invitación del Señor: «Vengan y verán» (Jn 1,39) comprende que tiene que volver a empezar de nuevo. Me viene a la memoria aquello que el evangelista Juan narra sobre la aparición de Jesús Resucitado a los discípulos a orillas del lado de Tiberías. «Estaban juntos… Díjoles Simón Pedro: “Voy a pescar”». El contexto parece que haga percibir la tristeza por la ausencia del Maestro y el desconsuelo de los pescadores que regresan del trabajo con las manos vacías.

La expresión de Pedro podríamos interpretarla también así: «Basta ya, yo vuelvo a lo que sabía hacer antes». ¡Pero es exactamente en la cotidianidad que Jesús se presenta, y se presenta vivo! Uno de nuestros hermanos dice que empezó a vivir serenamente su vocación sólo cuando dijo “basta ya”, quando renunció a querer comprender la voluntad de Dios en su vida. «Cada vez que me preguntaba –afirma– sobre cuál fuese la volutad de Dios para mi, yo vivía preocupado y en la incertidumbre, pero cuando pensé que ya no me importaba nada fue entonces que comprendí su voluntad». ¡Un hombre sabio! Sabemos que muchos de nuestros amigos conocieron a nuestro joven amigo Franklin y que juntos vamos a extrañarlo, pero tenemos que recordar que se trata en primer lugar de un caso de fe y de amor vivido en la libertad de los hijos de Dios (Gal 5,1). Cada uno debe ahora volver a su vida cotidiana, siempre agradecidos con el Señor por el don de los hermanos y por la amistad que nos une a quienes han tenido el valor de dejar la Fraternidad después de un discernimiento vocacional profundo y sincero. Y, concluyendo, a aquellos que sintieran la tentación de pensar que nostros somos pocos, les hago observar que !Carlos de Foucauld vivió solo!

C. Oswaldo Curuchich


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