2011-12-11 19:07:38https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=350

Hemos publicado últimamente algunos artículos sobre la oración (en la jornada de desierto) y sobre la vigilancia. Esta vez también, al final de nuestra jornada de desierto, queremos compartir con ustedes algunas de nuestras reflexiones acerca de la oración y su «concreción».

Esta palabra que parece ser abstracta o segundaria en la oración no es sino una condición para sumergirnos en ella. La realidad de la vida nos debería llevar a la oración pura (momentos de retiro, de silencio, de suspensión absoluta de toda actividad terrena) y continua (en el transcurso de todas nuestras actividades humanas de trabajo o de relación). Es por este motivo que hoy empezamos nuestra jornada con una revisión de vida en la que nos interrogamos sobre los tres pilares de toda vida evangélica: vida comunitaria, vida de oración y vida de servicio.
Como texto guía hemos tomado algunas reflexiones de P. Voillaume presentes en su carta escrita en la ermita de Mar-Elías. He aquí el texto: «Por su parte, los hermanitos de Jesús están llamados a vivir un esfuerzo de oración y de fe que brotará, algunas veces, del sufrimiento de su propia vida, más a menudo, tal vez, de la plena comunión con la miseria física y moral de quienes los rodean».

Es importante notar como primera cosa la estrecha relación entre la oración y la fe. Las dos no pueden ser separadas y tanto menos contrapuestas. Es solo en esta íntima relación entre mi oración y mi fe que «brotará» una auténtica oración como refuerzo en mi vida cotidiana a pesar de los sufrimientos provocados por nuestra propia vida y la de nuestros hermanos [dentro y fuera de la Fraternidad] con quienes compartimos una plena comunión de vida.

La oración entonces no es algo de abstracto, producto de mi imaginación, huida frente a la complejidad de la vida cotidiana…, sino la vida misma, que es condición y oportunidad para purificarla, para encarnarla y por tanto para ser «salvadores con Jesús», como Jesús. Leyendo el Evangelio es interesante notar como nuestro «bienamado hermano y Señor Jesús» haya vivido siempre «concretamente presente y misteriosamente ausente» entre sus hermanos esta relación con Dios. Ciertamente podríamos decir que él era Dios y por tanto era fácil o, incluso imposible hacer lo contrario. Y sin embargo, él es también «verdadero hombre» y por tanto, nuestro «Modelo único» -como lo llamaba el hermano Carlos de Foucauld – en la oración como en la vida.

Y para concluir queremos recordar la exhortación del apóstol san Pablo, proclamada en la segunda lectura de la Misa gaudete, en la que nos recuerda con otras palabras lo que aquí hemos compartido con ustedes, es decir, la importancia del gozo, de la oración y del agradecimiento como proyecto de Dios en nuestra vida cristiana: «Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Cuídense del mal en todas sus formas. Que el Dios de la paz los santifique plenamente, para que ustedes se conserven irreprochables en todo su ser –espíritu, alma y cuerpo– hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará» (1Ts 5,16-24). Amén.

 

Franklin


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