2011-05-26 08:37:10https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=32

Nos enteramos por medio del periódico italiano Avvenire (sábado 5 de marzo) de esta noticia: «En ocasión del estudio de la exhortación apostólica postsinodal “Verbum Domini”, Julio Cabrera, obispo de Jalapa [anteriormente obispo de Quiché], ha presentado la reciente publicación de la Biblia traducida en “K’iché”, la más popular de las 22 lenguas mayas prevalecientes en el país. Dicha traducción es el fruto de 23 años de trabajo de un grupo. Un momento histórico para la Iglesia de Guatemala». En efecto, el acontecimiento tuvo lugar el pasado 18 de febrero en “el Vaticanito”, llamada así simbólicamente el área donde residen diferentes entes e institutos eclesiales entre ellos la sede de la Conferencia Episcopal de Guatemala.

 

 

 

El nombre Quiché no nos es nuevo, pero no es este el momento para regresar a los mismos y tristes recuerdos del pasado. Digamos en pocas palabras que tal nombre en algún modo encierra las situaciones de la mayor parte de los pueblos de “Amerindia” según el término del escritor peruano Raúl Haya de la Torre para designar los pueblos autóctonos del continente americano. Hace algunos años un estudioso y atento conocedor de los pueblos latinoamericanos, escribía: “A diez años de la pascua de un ilustre profeta de nuestros tiempos, defensor incansable de los indígenas de Ecuador y de toda la América Latina, Mons. Leonidas Proaño, en homenaje a su memoria podemos discernir hoy con mayor precisión la resurrección indígena que él ha profetizado y por la cual ha empeñado su vida y su persona como obispo de la Iglesia. Ciertamente asistimos en los tiempos actuales, ya sea como simples testigos que como participantes activos, a un momento histórico excepcional. La historia, como la piscina de Bethesda, es agitada ahora por el dedo de Dios, y aquellos que, reconociéndose enfermos o movidos por la fe en el Resucitado, tienen el coraje de tirarse en esta agua agitada son sanados, se ponen en pié, toman sus camillas y caminan liberados” (Eleazar López Hernández, Teologia India). No podemos – localismo a parte – quedarnos indiferentes frente a este tipo de argumentos que entran plenamente en aquella dimensión de universalidad que la Fraternidad del Hermano Carlos De Jesús se propone de vivir. Luego, ¿cómo no pensar a todos los esfuerzos y sacrificios del hermano Carlos en su tentativo de aprender la lengua Tamahaq y a cómo – arriesgando incluso su salud – se dedicó con todas sus fuerzas en las diversas traducciones que según él algún día servirían “para mejorar la condición de vida de los Tuareg”, o que hubieran sido los instrumentos indispensables para aquellos que habrían de anunciar el evangelio a las “ovejas más abandonadas”? El 15 de enero 1906 escribía a su prima: “La resolución que he tomado hoy es de trabajar con todas mis fuerzas acerca de los léxicos, a la gramática, a las traducciones de la Sagrada Escritura, son todos trabajos que hago para facilitar la obra de aquellos que vendrán después de mi en el campo del Padre de familia”. Quizá estoy exagerando, pero con un pensamiento un poco apurado diría que nuestro “Misionero en el Sahara” sería contento de la noticia que hemos reportado.

Oswaldo Curuchich

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