2012-02-12 08:33:26https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=394

Aprovechando de mi visita en Guatemala he tenido la alegría, junto con una familia de mi pueblo, de regresar a San Salvador después de algunos años, particularmente para una visita fugaz a las Hermanitas del Evangelio (fraternidad en Mejicanos).

Encontrarse por primera vez y sentirse inmediatamente a gusto, como «en casa» es el don más grande que la Fraternidad ofrece a todos aquellos que están unidos por el mensaje espiritual del hermano Carlos de Foucauld. Una calurosa acogida unida a una «sagrada hospitalidad» han marcado las horas que transcurrimos en compañía de las Hermanitas Maryse e Iris, la tercera hermana era en retiro y la cuarta en Francia.

La situación actual del pueblo de Monseñor Romero non es tan diferente respecto a los años precedentes. El alto índice de pobreza es tan evidente en la capital, caótica y poblada. Las tensiones están al orden del día: la fraternidad está inserida en un barrio en la periferia de la ciudad, un territorio turbulento a causa de las maras que riñen entre ellas. Prácticamente se vive en medio de dos fuegos. Sin embargo, precisamente en dicho contexto la presencia silenciosa y adorante de la Fraternidad es seguramente un pequeño signo de esperanza.

Otros problemas ocupan la vida cotidiana del pueblo salvadoreño: desde hace cuatro semanas la catedral ha sido ocupado por los sindicatos y… todo calla. Desde entonces en el lugar sagrado no se celebra la Eucaristía y por este motivo nuestra visita a la tumba del obispo Romero fue reenviada para otra ocasión. Parece que ninguno tome posición, o que no haya ni una sola voz calificada.

No pudiendo visitar la catedral nos encaminamos hacia «El Hospitalito», lugar donde Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras alzaba por última vez el «cáliz de la salvación». Luego de la visita al «Centro Histórico Monseñor Romero» nos dirigimos a la UCA, la universidad donde fueron masacrados los jesuitas en noviembre de 1989, es sin duda alguna el «lugar de la memoria» de todo El Salvador. En el museo se conserva una documentación exhaustiva de las escenas horripilantes de aquellos hechos, imágenes frente a las que uno «se cubre el rostro» (Is 52,15). ¿Cómo no recordar el grito de Jesús en la cruz en el momento en que está frente a la muerte y parece experimentar el abandono, la ausencia de Dios? Precisamente a este tema el Papa Benedicto XVI ha dedicado la catequesis del miércoles, donde entre otras cosas decía: «También el hombre, en la dificultad y en el sufrimiento, experimenta a veces la aparente “ausencia de Dios”. Pero cuando parece que Dios no escucha no debemos temer de confiar a Él todo el peso que llevamos en nuestro corazón, no debemos tener miedo de gritar a Él nuestro sufrimiento. También en la hora en que vive el drama humano de la muerte, Jesús no se abandona a la desesperación, sino que toma sobre sí la pena de su pueblo y la de todos los hombres que sufren por la opresión del mal, llevando todo esto al corazón de Dios mismo en la certeza que su grito será escuchado en la Resurrección».

Una inscripción al Memorial de los Mártires recita: «Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador».  El martir no es ni un héroe ni uno que ama la muerte y desprecia la vida, sino es aquel que permanece fiel a su Senor y a sus hermanos, como tantos cristianos perseguidos o en zonas fronterizas, como las fraternidades del Padre de Foucauld extendidas por todo el mundo. Dios no abandona a su pueblo, nunca.

Oswaldo Curuchich


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