Jerusalén 1El conflicto árabe-israelí se refiere a la tensión política y a los conflictos armados entre el Estado de Israel y sus vecinos árabes, en particular los palestinos. Su definición, historia y posibles soluciones son materia de permanente debate y los problemas que incluye varían con el tiempo. Ahora con la mediación del Papa Francisco todo el mundo observa con atención y muchos esperan en una nueva fase del diálogo…

Actualmente es más fácil hablar del “drama de los palestinos”, es suficiente observar las imágenes del muro que separa y excluye a casi 4 millones de seres humanos (el nuevo “muro de los lamentos”, para el Papa seguramente), pero como en todas las guerras no hay tranquilidad para ninguna de las partes. Ambos pueblos están cansados y convencidos que el uso de las armas ha solo empeorado todo. Son numerosos los autores israelíes que expresan el estado de ánimo de su propia gente (entre mis favoritos David Grossman, Amos Oz y Zeruya Shalev); pero en los últimos años ha surgido un nuevo protagonista representante del pueblo palestino: Izzeldin Abuelaish, medico de fama internacional y ahora escritor, que vio morir a tres de sus hijas y una sobrina durante una intervención militar de parte israelí. En su libro escrito en inglés I Shall Not Hate (“No odiaré” –aun están preparando la traducción en español) el Autor presenta detalladamente la situación dramática en la que vive su pueblo, completamente aislado del resto del mundo y constantemente humillados de parte de Israel.

Izzeldin Abuelaish es un musulmán sincero, sabe que todo está en las manos del único Dios, omnipotente que un día juzgará a todos, pero al mismo tiempo vive con la convicción que las personas pueden determinar la suerte de la historia. Utilizando el lenguaje della medicina, el médico palestino sostiene que el odio es capaz de contaminar y envenenar al ser humano en su totalidad y que la enfermedad de la que tienen necesidad de librarse ambas partes sea el prejuicio hacia el otro. Jerusalén xAbuelaish es de aquellos que piensan que es posible realizar un sueño: la coexistencia entre israelíes y palestinos en un mismo Estado. Como Luther King soñaba en ver un día a los chicos, blancos y negros, ir a la misma escuela, sentarse en un restaurante, jugar y divertirse en el mismo campo; como Nelson Mandela en Sud Africa, que después de los años de reclusión, se propuso y realizó el inmenso desafío de transformar la sociedad que se basaba sobre la suprema injusticia del Apartheid, que deshumanizaba a la mayoría de los negros condenándolos, de hecho, a ser no-personas, en una sociedad única, unida, sin discriminación, democrática y libre. Luther King fue asesinado antes de ver realizado su sueño y Mandela alcanzó su objetivo optando por la via de la virtud, del perdón y de la reconciliación. Perdonar no es olvidar. Perdonar significa no permitir que la humillación y el espíritu de venganza pronuncien la última palabra y determinen el camino de la historia. ¿Por qué muchos están convencidos que sea un honor morir haciendo la guerra y muy pocos aquellos que están dispuestos a morir por construir la paz?

Para los creyentes “nada es imposible” porque se trata de tener fe en el “Dios de lo imposible”. Y si somos hombres y mujeres con una fe auténtica no podemos desinteresarnos de la suerte de Israel, Palestina y de todo el Medio Oriente. Se trata de la Tierra Santa, la tierra de los patriarcas y los profetas, la tierra en dónde Dios se hizo hombre y que vio nacer, morir-resucitar y salir al cielo a nuestro Señor, el lugar en dónde los primeros dicípulos recibieron el don del Espíritu Santo que nos ha sido transmitido por gracia. Nuestra oración debe ser una incesante intercesión por la paz: “El Señor pone fin a la guerra en todo el orbe: rompe los arcos, quiebra las lanzas, prende fuego a los carros” (Salmo 46); y nuestra mirada debe dirgirse hacia Jerusalén: “Haya paz en tus murallas, tranquilidad en tus palacios” (Salmo 122), es la bendición del israelita piadoso. Nuestra bendición podría ser: “Que haya paz en tus territorios y en todo Medio Oriente”. Y hagamos oración por el próximo encuentro de Francisco con los presidentes de Israel y Palestina.

Oswaldo Curuchich jc

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