He apenas regresado de Guatemala donde, entre otras, pude ir a conocer la fraternidad de las Hermanitas del Evangelio que desde hace más o menos dos años viven en ese país centroamericano. Las Hermanitas viven en una perifería –entendiendo perifería también con el significado que le da el Papa Francisco– donde se han integrado ya muy bien, realizan algunas pequeñas actividades para beneficio del barrio que las ha recibido y comparten de lleno la vida cotidiana de la iglesia particular. Fue una visita veloz, pero muy intensa, y junto a mis dos hermanos que me acompañaban fuimos recibidos muy bien, personalmente me sentí como en familia.
La presencia de las Hermanitas del Evangelio en la diócesis de Jalapa, guiada aun por el obispo emérito, Mons. Julio Cabrera Ovalle quien las recibió, tiene seguramente una importancia particular a propósito de la espiritualidad del Beato Carlos de Foucauld, porque actualmente “abrazan” el triángulo geográfico Haití-El Salvador-Guatemala: tres naciones que han vivido años de sufrimiento y han sido empobrecidos a pesar de la abundancia de bienes que poseen y la vitalidad de sus pobladores. Debemos añadir también las calamidades naturales (terremots, huracanes, etc.) que no han faltado en los últimos tiempos. Pero tampoco hacen falta la esperanza y la pasión por un mañana mejor. Entre los acontecimientos que podemos subrayar está la profesión perpetua de la hermanita Iris, en programa para este sábado 1° de agosto en la catedral de Jalapa. Se trata del primer evento importante después de la celebración de la memoria litúrgica del Hermano Carlos de Jesús el pasado 1° de diciembre. Las hermanitas se están preparando a recibir un buen número de participantes porque llegarán delegaciones de San Salvador, de Honduras el país de la hermanita Iris y desde otros lugares. También algunos de nuestros familiares viajarán desde Comalapa.
Guatemala es uno de aquellos países latinoamericanos a los que Eduardo Galeano, el escritor uruguayo recientemente fallecido, se refería al afirmar que su propia riqueza es la causa de su maldición: ayer el oro y las piedras preciosas, luego la tierra y actualmente la extracción de recursos minerales y otros sin ningún respeto por la Madre tierra y mucho menos por los derechos humanos. Son esas injusticias que el Papa critica duramente y denuncia en su carta encíclica Laudato si’. Pero en todo eso, la presencia de pequeñas comunidades en el corazón de las poblaciones que sufren y esperan, como las fraternidades del Padre de Foucauld en el mundo entero, son un signo concreto de la Iglesia que ha elegido, y que debería elegir cada vez más, la opción preferencial por los pobres, como no se cansa de recordarnos el Papa Francisco:
«De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad […] Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo […] La Iglesia ha reconocido que la exigencia de escuchar este clamor brota de la misma obra liberadora de la gracia en cada uno de nostros, por lo cual no se trata de una misión reservada sólo a algunos: la Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas» (Evangelii Gaudium, 186-188).
fratel Oswaldo Curuchich
Interesante articulo, interesante actividad programada para el 1 de agosto, estaremos ahí si Dios nos lo permite. Que el SEÑOR bendiga a la Hermana Iris.