2011-12-20 19:51:43https://www.jesuscaritas.it/wordpress/es/?p=360

«Eres tu el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?». Es esta una pregunta que no solo resume la historia de Israel sino condensa la historia, los acontecimientos, el arte, el folklor de todos los pueblos que están en espera desde hace siglos; un adviento que envuelve al mundo y lo conduce hacia adelante, porque es una pregunta que resume también la historia personal de cada  uno de nostros.

Una “pregunta-enganche” de una esperanza que con el pasar del tiempo se ha convertido en ansia, a veces en miedo mientras esperamos la salvación. Es desconcertante cómo Jesús en el Evangelio se introduzca habitualmente en un ritmo ordinario en el que acostumbramos vivir cotidianamente. Jesús entra en la trama opaca y uniforme que nosotros mismos tejemos con nuestro diario vivir. Un mundo formado por hombres de poco ánimo, más interesados a las cosas de la tierra que a quellas del cielo. Un mundo en donde se aplican leyes fijas… Mientras sería suficiente un “relámpago”, una gran revelación, un hecho extraordinario, y todos creerían, todos verían la salvación.

Jesús entra en lo ordinario y nos invita a descubrir lo extraordinario que existe no fuera sino dentro de nostros mismos. Nos invita a estar atentos, reflexivos y en la vida ordinaria descubrir la presencia y el mensaje de Dios en la simplicidad de una revelación, en pocas palabras sin tonos de exaltación, en la mirada de un hermano necesitado que se transforma en una «teofanía» para nosotros.

«Eres tu…», si, es Él pero si lo busco en el silencio y en la reflexión, entre las cosas ordinarias, entre los pequeños, entre quellos que por derecho poseen la buena nueva… «Decid a Juan: los pobres reciben el Evangelio».

Que esto desconcierte (¡le sucedió también a Juan el Bautista y nostros no somos ni los primeros y mucho menos los últimos!) es lógico porque Dios casi nunca piensa como nostros y para darle la razón es necesario hacerse violencia. Dios nos supera y nos desconcierta.

 

 

«¡Ánimo! No temais, ¡Dios viene a salvaros! Alegraos con gozo y júbilo…» asegura Isaías en la liturgia. Posiblemente aquí esté nuestro no ver al Señor, el no reconocerlo en lo ordinario maravilloso que nos abraza, no saber admirarlo con alegría en todo lo que hay de Él en el cristianismo e incluso allá donde falta el nombre “cristiano”: carecemos de alegría. No obstante la alegría sea la medida de nuestra fe, así como la fe es el motivo de nuestra alegría. Este es el domingo que ya anuncia la alegría navideña y la alegría navideña tiene un nombre: Jesús.

Demasiadas veces estamos convencidos que la alegría sea un sentimiento espontaneo del ánimo, o que sea algo nuestro, y por tal razón en algunos momentos la poseemos y en otros no. Pero no es así: la alegría nace solo de una profunda experiencia religiosa del encuentro con la persona adorable de Jesús. ¿Cuál Jesús? El Jesús de la historia, aquel de Nazareth, el che trabaja, que sufre, que muere hoy, y que tiene la posibilidad de entrar en contacto conmigo infinitamente más que cualquier otro amigo que tengo a la par. Esa es la fe y esa es la alegría que forman el anuncio que algo debe suceder, algo debe cambiar, que todo debe siempre re-iniciar, debe renovarse. Por tal razón la biblia es la historia de uno que debe venir, una larga espera del «Señor que ha venido, que viene y vendrá», por eso la oración de ayer y de hoy es la misma de siempre; «¡Ven, Señor Jesús!».

fratel Gian Carlo

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